Tengo once marcas, siete en la muñeca izquierda y cuatro en la derecha.
No me quise cortar las venas, sólo necesité sentir que mi piel estaba viva.
¿Por qué me lastimé? Porque de una manera u otra, alguien más iba a hacerlo por mi.
Hay veces en las que me siento un fantasma,
y mientras me marcaba las muñecas con total dedicación,
frunciendo mi ceño y mordiéndome los labios de dolor,
por mi mente pasaban uno a uno esos momentos en los que me creí invisible.
Pero el dolor... el ardor posterior... las huellas que me dejé...
me recuerdan que estoy más viva de lo que nadie pueda imaginar.
En la primer marca estuvieron tus cejas oscuras y perfectamente arqueadas,
pero sólo fuiste una circunstancia y no la causa generadora.
En realidad tus caricias me dolieron más que estas once marcas,
pero se murió la sensación de tus manos en mi piel
cuando supe que no me estabas acariciando a mí.
Y eso me recordó todas las veces que fui la mujer ideal
y sin embargo siempre testigo de un amor ajeno al mío.
En la segunda marca estaban mis padres
con su eterna falta de tiempo para escucharme y acompañarme,
y sus tardías llamadas de teléfono vacías de contenido
en la que no puedo decirles que mi piel está muerta,
que por dentro estoy tan llena de vida pero nadie lo ve...
Y ahí, en ese doloroso corte mi mente comenzó a disparar infinitas imágenes de abandonos,
pérdidas, desencuentros, tiempos pasados y presentes,
Pero no sos vos... sos sólo una circunstancia...
que me recuerda todas las veces que no me amaron...
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